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Iván se detuvo un momento y contempló desde afuera el enorme edificio en donde vivían Alfred y su hermano –del que a veces se le escapaba el nombre o simplemente olvidaba que existía- y donde estaba su hermana menor. No era la primera vez que iba pero nunca podía reprimir el impulso de observar desde ahí que tan alta era la estructura.
Los norteamericanos vivían en un edificio de apartamentos, estaban diseñados para gente rica, cosa que a Iván le parecía totalmente ilógico dado que si tienes el dinero lo normal es que compres una casa, pero quien entendía a los ricos. Aun así había comprobado que en el lugar vivían varias familias, que en realidad eran de clase media pero el joven los agrupaba en la misma clase social. Lo cierto es que varias de esas familias antaño habían sido bastante importantes.
De repente su teléfono vibro en su bolsillo. Su hermana mayor le había mandado un mensaje pidiéndole que no regañara muy fuerte a Natasha, que tratara de que le contara su problema y que no llegara tarde a clase. Aun después de toda la angustia que había sufrido el día anterior Yekaterina aun podía ser considerada con la menor y preocuparse por que él fuera a clases. Sonrió, aunque su bufanda le tapaba la boca. Mientras avanzaba por el edificio pensó de nuevo en su hermana mayor, a la que en un principio había empezado a ver como su madre.
Iván no era tan joven como Natasha cuando quedaron huérfanos, así que por un tiempo estuvo deprimido, pero un día Yekaterina le regalo su bufanda favorita –misma que llevaba en ese momento- y se dio cuenta de todos los problemas que estaba causando. Desde entonces se mostraba ante ella con una sonrisa despreocupada pero empezó a desquitarse con algunos de sus compañeros de clase, cosa que solo le provocaba un malestar más grande. Con el tiempo la presencia de su hermana mayor lo tranquilizaba, cuando estaba a su lado se sentía en paz. Poco a poco su cariño hacia ella fue creciendo hasta el punto de casi haber olvidado a sus padres, de hecho solo los recordaba por las fotografías que había en la casa. Así siguió pasando el tiempo, hasta que hacía dos años cayó en cuenta de que su hermana le gustaba como le podría gustar cualquier chica que viera en la calle.
De repente sus pensamientos se vieron interrumpidos. Había chocado con algo, retrocedió dos pasos y se dio cuenta de que se había dado contra una puerta que había sido abierta repentinamente por una chica de más o menos la edad de Natasha.
- Lo siento – se disculpo rápidamente al darse cuenta de lo que había provocado.
- Pudiste haberme roto la nariz – dijo Iván con un tono calmado pero que aun tenía algo de reproche.
- Ya me disculpe – contesto la chica sorprendida por el reclamo.
- Pero si me hubiera roto la nariz una disculpa no habría bastado – insistió el mayor.
- Pero no paso – insistió ella, estaba empezando a molestarse. Iván supuso que no estaba acostumbrada a que le regañaran – ¿o qué quieres? ¿Que te compense?
Iván estaba a punto de decirle que de hecho lo había golpeado, así que sí tenía que compensarle, pero en ese momento la puerta de enfrente se abrió, Mathew tembló ligeramente al ver a Iván, lo saludó y de repente se dio cuenta de la presencia de la chica.
- Buenos días Anastasia – saludo encantado, la chica era una de las pocas personas que no olvidaba su nombre ni su existencia.
- Hola Mathew – saludo alegremente después miró a Iván con cara de pocos amigos – parece que conoces a este tipo así que por favor explícale que dado que no le rompí la nariz una disculpa es más que suficiente para él, yo tengo prisa, voy tarde, adiós – tan repentinamente como había aparecido, la chica se fue.
- Acabas de hacer que perdiera un almuerzo – le dijo Iván con una sonrisa inocente – ahora tendrás que invitarme tu – el norteamericano tembló, y tembló aun mas cuando el ruso se puso serio y agrego – Espero que no le hayan hecho nada a mi hermana.
- No – el muchacho no paraba de temblar – está sana y salva adentro, Alfred durmió conmigo y ella acaba de despertar hace un rato – relato nerviosamente.
En ese momento se escuchó como si tiraran algo de vidrio dentro del apartamento de los norteamericanos. Alfred acababa de decirle a Natasha que había llamado a Iván y en respuesta ella le había arrojado lo primero que encontró: el típico jarrón costoso.
Natasha sencillamente no estaba preparada para hablar con su hermano ¿Cómo iba a explicarle que había huido de casa porque estaba enamorada de él y se acababa de dar cuenta de que a él le gustaba su hermana mayor? Es más, no pensaba decírselo, pero aun no tenía preparada una excusa. Prácticamente acababa de despertar, no había tenido tiempo para pensar en que iba a decirles a sus hermanos. Y el hecho de que Iván acabara de aparecer en la puerta no ayudaba. Aterrada, corrió a encerrarse en el cuarto de Alfred.
- Hola Iván – saludo el norteamericano, como si nada.
- Hola Alfred – saludo sin perder la sonrisa - ¿se puede saber que le estabas haciendo a mi hermana para que te arrojara un jarrón?
- Obviamente yo no le hice nada – hablo con su típico aire de superioridad – el trabajo de un héroe es rescatar a las damiselas en peligro, no lastimarlas. En cambio me gustaría saber que le hiciste tú a ella, me arrojo el jarrón apenas le dije que te había llamado y ayer me hizo esto – señalo los cortes en su cuello – porque no quería que la llevara a su casa – Iván parpadeo desconcertado – no te hagas el inocente, siempre supe que encajabas en el perfil de un villano.
- Yo no le hice nada – contestó el ruso – bueno, ya aclararé las cosas con Natasha luego, por ahora vengo a llevármela.
Natasha maldijo en voz baja. Estaba pegada a la puerta escuchando la conversación. Si no estaba preparada para hablar con Iván, mucho menos los estaba para hablar con Yekaterina. Aunque no tuviera idea, ella era la causante de todo ese alboroto. En ese momento Natasha la odiaba por haber captado la atención de su hermano, pero al mismo tiempo se decía que era inocente, que los pecadores eran ellos. Si la veía estando tan confundida, no estaba segura de cómo reaccionaría o de lo que pudiera hacerle.
- Lo siento pero no creo que eso pase – dijo Alfred.
- ¿Eh? No entiendo – dijo Iván con su típico tono inocente – Natasha es mi hermana, está en casa ajena, lo natural es que se vaya conmigo – intentó explicar.
- Pero tu hermanita no parece querer ir a su casa, así que como héroe mi deber es dejar a la damisela donde se sienta segura – respondió el norteamericano.
Alfred por fin había hecho algo sensato. O al menos eso fue lo que pensó Natasha hasta que escucho a su hermano preguntar si al menos podía hablar con ella y tras dudar unos segundos el norteamericano accedió.
Normalmente Iván habría ignorado al intento-de-héroe y se habría llevado a su hermana por la fuerza si fuera necesario. Pero Alfred tenía una fuerza igual a la suya y en ese momento no le convenía empezar a pelearse con él. Además debía mostrarle algo de gratitud por haber recogido a Natasha, aunque no confiara mucho en él siempre era mejor opción a que su hermanita hubiera acabado con un desconocido.
Antes de que la Natasha lograra ponerle el seguro a la puerta, esta se abrió dejando entrar al gigantesco Iván, que como de costumbre llevaba la bufanda que le había regalado Yekaterina. La chica sintió una punzada de dolor al verla, el año anterior ella también le había regalado una pero nunca se la había visto puesta. Alfred los dejo solos.
- Hola Natasha – saludo como si estuvieran a en una noche normal en casa y estuviera llegando de la universidad.
- Hola hermano – saludo ella sintiéndose un poco torpe.
- ¿Quieres decirme porque saliste corriendo anoche? – preguntó con naturalidad, ella negó con la cabeza – Entonces ¿Quieres decirme porque no quieres ir a casa? – nuevamente negó, ambos hermanos se quedaron en silencio.
Desde el principio Iván no había tenido la intención de regañar a Natasha, había asumido que ella se iría dócilmente con él y le platicaría todo en el camino. A pesar de que realmente no tenía mucho contacto con ella, se daba cuenta de que su hermanita le guardaba un gran afecto: le servía en todo lo que podía, buscaba cualquier excusa para platicar con él, le daba regalos, etc. Casi parecía una niña enamorada cuando estaba a su lado, claro que el chico en ese momento no sospechaba que su comparación era tan acertada. Suponía que su hermana lo tomaba por el padre de la familia, así como pensaba en Yekaterina como si fuera la madre.
Pero en realidad Iván no había estado muy al pendiente de su hermana menor. Entre su depresión, los desquites con sus compañeros, y los sentimientos cada vez más fuertes hacia Yekaterina, no se había dado cuenta de que Natasha había crecido hasta que descubrió a uno de los chicos de su universidad que estaba en primer año y venia de Lituania viéndola con ojos de enamorado. Solo entonces observó que la niña que solía llamarlo cuando tenía pesadillas casi se había convertido en una mujer adulta y acababa de cumplir la mayoría de edad.
Desde entonces la considero una adulta y a juzgar por su actitud una bastante capaz de hacerse responsable de sus problemas. Por eso no se preocupo demasiado al verla correr de repente la noche anterior, supuso que se había metido en algún lio y para no involucrarlos se había ido de repente. Salió a buscarla porque Yekaterina estaba demasiado preocupada, aunque él suponía que regresaría tarde o temprano.
- Entonces ¿Vas a quedarte aquí? – retomó el interrogatorio.
- Creo que si – respondió débilmente, Iván abrió la puerta.
- Entonces avísame si vas a algún otro sitio – casi se había ido cuando volvió a asomar la cabeza y agregó – y llama a Yekaterina, está muy preocupada.
Una punzada de culpabilidad le hizo levantar la vista justo a tiempo para captar la mirada seria de su hermano que daba a entender que era una orden, antes de que cerrara la puerta.
Iván estaba molesto, no tanto porque Natasha no hubiera dicho nada sino porque había decidido quedarse en la casa de Alfred. Eso era un problema. Ahora tendría que ser amable con el norteamericano.
De camino a la universidad se encontró con su hermana mayor. Le explico que Natasha se encontraba bien y que por alguna razón no quería regresar a casa.
- Gracias a Dios – suspiro la mayor, pero luego agregó preocupada - ¿Por qué crees que no quiere regresar?
- Seguramente son cosas de adolescentes, ya se le pasara – le contestó para tranquilizarla.
Pero la verdad era que no tenía idea, solo esperaba que no se quedara mucho tiempo con Alfred. No le gustaría que empezaran a llevarse bien.
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Por si se lo preguntan, sí, quien aparecio se supone que es la princesa Anastasia (que me voy a inventar su personalidad) es que en este fic va a haber UsaBela, CanadaxUcrania y ¿Rusia que es mi favorito va a quedar solo y triste? No! pero realmente no puedo imaginarmelo con nadie mas que sus hermanas (see, tengo una mente un poco retorcida) asi que no se me ocurrio nadie mas que ella.
Matta ne~Sigue leyendo